PREGUNTA
Con ocasión de su viaje a España el 22
de noviembre pasado, así como a otros países, el presidente
Hugo Chávez hizo una visita a la Universidad Complutense de Madrid
y allí recibió de manos del rector, Carlos Berzosa, una
medalla honorífica. Por considerar tal condecoración como
una afrenta, un centenar de profesores universitarios venezolanos le enviaron
al rector de la Complutense una carta de protesta. El rector les ha respondido,
aclarando que tanto la visita a la Universidad, como el otorgamiento de
la medalla se hicieron a petición del embajador y que ante semejante
solicitud el gobierno universitario consideró que negarla constituiría
un desaire a un país amigo. Lectura obligada de esta aclaratoria
es que la condecoración, a juicio de los que la concedieron no
fue otorgada por méritos reales, sino en cumplimiento de eso que
en los usos internacionales se conoce como cortesía diplomática.
En el texto de la carta del rector se transparenta la
molestia que hubo de causarle la petición del embajador. Y hasta
pareciera leerse entre líneas que la carta de protesta fue bien
recibida por el Rector, por cuanto le daba ocasión para manifestar
esa molestia, y de ese modo borrarse al menos un poco el bochorno que
aquella condecoración le había producido.
Todo el mundo sabe, cómo esos premios, condecoraciones,
doctorados honoris causa, etc., se otorgan la mayoría de las veces,
o al menos muchas veces. Nadie duda de los justificados que son esos honores
en algunos casos, cuando se conceden a personas que realmente lo merecen.
En estas ocasiones casi siempre los agraciados son figuras prominentes
en sus respectivos oficios o actividades, como son las letras y las artes,
las ciencias, la enseñanza, el deporte, la religión, etc.,
cuando quienes los distinguen son las instituciones universitarias o afines.
Pero cuando se otorgan a personas que no reúnen méritos
en esos campos específicos, el «honor» resulta sospechoso.
Los jefes de estado, y los políticos que los son exclusivamente,
sin otros méritos intelectuales visibles, suelen ser distinguidos
con condecoraciones apropiadas para ellos. Si a un político venezolano
el Gobierno español le otorga, pongamos por caso, la Orden de Isabel
la Católica, no resulta extraño, aunque pudiera considerarse
injustificado por los escasos méritos del condecorado. Pero que
a esos mismos personajes se les conceda una condecoración universitaria
o un doctorado honoris causa inevitablemente induce a la duda.
Lo insólito en este caso, un verdadero exabrupto,
es que el embajador haya sido tan torpe en su desempeño diplomático,
ya que era obvio que el presidente Chávez no reúne los méritos
que tal honor supone; pero, además, puesto el embajador en el trance
de gestionar en la Complutense la visita y la medalla, bien por iniciativa
propia ¿un ejercicio de adulación? o porque se lo ordenasen,
lo apropiado era que se hiciese la gestión a través de terceros
que garantizasen la eficacia y la confidencialidad de la petición,
y no directamente ante la máxima autoridad de la Universidad. De
ese modo no se incurría en el desplante de poner a las autoridades
universitarias en una situación incómoda y molesta, porque,
como bien lo señala el rector en su carta de respuesta, negarse
a aquella solicitud podría interpretarse como un desaire a un país
amigo. Y al hacerlo como se hizo, además, el embajador corría
el riesgo de que ocurriese lo que ocurrió: que el rector de la
Complutense contase el hecho y de eso modo la medalla concedida se devaluara
a su mínima expresión.
Los profesores mencionan asimismo en su carta las presiones
que el gobierno Chávez ejerce sobre el sistema universitario venezolano
para adecuarlo «al uso político, clientelista y demagógico
que pretende darle a la formación universitaria».
Aunque son cien los firmantes de la carta al rector de
la Complutense, los profesores hacen hincapié en que «las
elecciones de claustros y de alumnos de nuestras universidades públicas
y privadas dan fe de la amplitud del rechazo de los universitarios venezolanos
a la política gubernamental en materia de educación superior».
Al advertir sobre el alcance de la condecoración
dada por la Complutense a Chávez, los firmantes recuerdan al rector,
Carlos Berzosa, y a su claustro: «No tengan la menor duda de que
el presidente venezolano sabrá sacarle todo el provecho político
a su generosidad y no precisamente para el bien de la institución
universitaria venezolana».
Entre los firmantes de la carta figuran la directora
del Centro de Comunicaciones de la UCAB, Carolina de Oteyza; el historiador
y catedrático Manuel Caballero; la ex ministra de Cultura Paulina
Gamus; el director de la Escuela de Periodismo de la UCV, Alexis Márquez
Rodríguez, y el ensayista Aníbal Romero.
Por todas estas razones, este Senador desea conocer por
qué el embajador trabaja de manera tan activa en apoyar al presidente
Chávez en su actividad internacional injiriéndose de manera
poco mesurada en los asuntos internos de un país cuyo gobierno
está rompiendo su convivencia interna?
Palacio del Senado, 19 de enero de 2005.
--Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga.
RESPUESTA DEL GOBIERNO
El Embajador de España en Venezuela no ha tenido
intervención alguna en la concesión de una medalla honorífica
de la Universidad Complutense de Madrid al Presidente de la República
de Venezuela, Hugo Chávez.
Según una información que ha proporcionado
el propio Rectorado de la Universidad Complutense, tanto la presencia
del mandatario venezolano en la mencionada Universidad como la concesión
de la referida medalla obedecieron a una solicitud de la Embajada de Venezuela
en Madrid. Esta solicitud fue apoyada por un grupo de estudiantes y profesores
de la Universidad.
En cualquier caso, la decisión de conceder una
distinción honorífica corresponde a los órganos de
Gobierno de la propia Universidad que, más allá de quienes
sean los eventuales proponentes, ponderan los motivos y la oportunidad
del otorgamiento de cualquier distinción.
Por las informaciones de que se dispone, el Rector de
la Universidad Complutense ya ha precisado en varias ocasiones los motivos
que avalaban la concesión de la condecoración, no ignorando
que la misma podía generar cierta polémica.
Madrid, 2 de marzo de 2005.
--El Secretario de Estado de Relaciones
con las Cortes.
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