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  Rescatando a Germán Iñurrategui
 

“Al servicio de la Justicia en tiempos de guerra” es el título del libro de memorias que le propuse al Consejero Azkarraga para su edición. Aceptó la idea y de ella salió un precioso libro, estupendamente editado, que presentamos en Gasteiz junto a su hija Arantza el 13 de septiembre de 2005. Explicando el por qué de aquel trabajo, escribí:

Una de las grandes responsabilidades de la transición política española fue la de habernos robado nuestro inmediato pasado. Se nos dijo que había de mirar al futuro y, sobre todo, no remover ese pasado que dejaba en tan mal lugar a quienes habían sido la nomenclatura de la dictadura o a los herederos directos de los grandes responsables de la misma. Esa, entre otras cosas, explica el por qué no hubo ruptura con el régimen anterior sino una mera reforma encabezada por quien el dictador había designado como jefe del estado a título de rey.

Además de la verdad y la justicia histórica, quien más sigue soportando ese manto de silencio es la memoria de tantos fusilados, represaliados, encarcelados y exiliados y de cuyo paso por esta tierra no tenemos la menos noticia.

Es el caso de Germán M. Iñurrategi, Fiscal del Tribunal Popular, Juez, funcionario del recién creado Departamento de Justicia del Gobierno Vasco en 1936, colaborador directo del ministro Manuel de Irujo, Juez de las Audiencias de Cuenca y Alicante, pero, sobre todo, un tolosarra enamorado de su pueblo, su país y sus gentes y que, como muchos, hubo de morir en 1979 en su exilio de México. Nacido en Tolosa el 8 de agosto de 1908, abogado, casado con Pepita Arriola, padre de tres hijas, Itziar, Izaskun y Arantza, llegó a aquella acogedora segunda patria en 1942 tras pasar por el refugio de Capbretón.

Fue miembro de la Delegación del gobierno Vasco en el exilio y secretario del Centro Vasco de México. Prolífico escritor, ganó el primer premio en el concurso organizado por el periódico Última Hora en el que participó con una brillante narración titulada “El emigrante”. Sus colaboraciones aparecían asiduamente en la prensa mexicana y en la publicación mensual de los vascos de México titulada Euzko Deya. Fue ahí donde descubrí la existencia de una auténtico polígrafo que lo mismo hablaba de Aitzol, que de las alubias de Tolosa,de San Ignacio de Loyola o de la tamboreada donostiarra sin dejar de narrar vivencias propias con personajes de nuestra historia reciente como Irujo, Rafael de Picabea, Sasiain, Pepe eizaguirre, Indalecio Prieto, el Consejero Aldasoro o Jesús de Galíndez.

Indagando un poco más dimos con su familia en Tampico, dolorida por el reciente fallecimiento de la esposa de Germán y madre de tres vascas - mexicanas que sienten adoración por la memoria de un padre que falleció suspirando por volver a la tierra de sus mayores.

 

Puestos en contacto con Arantza, sobrina de Germán, no hizo llegar este apunte de memorias, desgraciadamente sin terminar. Faltan algunas páginas de gran interés y toda su etapa de Catalunya como Fiscal del Tribunal de Alta Traición, su viaje a Veracruz en plena Guerra Mundial en el famoso buque Nyassa, su traducción del libro de Telesforo Monzón Urrundik y la actividad desbordante de un exilio muy dinámico centrado en la próxima vuelta a casa “cuando los aliados restauren la democracia en la península”. Desgraciadamente, la dictadura duró treinta años más, y Germán, como otros muchos, quedó en el camino.

 

Con este texto en las manos, que me quemaba por su alto valor histórico y porque en él puede constatarse un respeto escrupuloso a la presunción de inocencia, a los procedimientos y garantías judiciales, a la comprensión y asistencia al detenido, al juicio moral que le merecía la conducta de un Obispo que no siendo nacionalista prefirió el Evangelio a una Cruzada que llamándose católica fusilaba sacerdotes, se me ocurrió llamarle al Consejero de Justicia, Joseba Azkarraga, compañero de clandestinidad, de viajes a Alemania en la transición y de batallas parlamentarias, para exponerle la existencia de este valioso manuscrito, retrato fiel de una época y, que además, aportaba información inédita sobre situaciones y personajes de la historia de su Departamento.

Joseba, miembro de una familia que sufrió en carne propia los rigores y las injusticias de una sublevación militar contra un gobierno legítimamente constituido, me contestó de forma inmediata: “Mándalo. Lo editamos nosotros. Si trabajó con Leizaola e Irujo y fue funcionario de nuestro gobierno, lo menos que podemos hacer es recordar su entrega ya su trabajo”.

Esta es, pues, la razón de este libro, que hace honor a aquella reflexión final del Papa Gregorio VII cuando murió en 1085: “Amé la justicia, y odié la iniquidad. Por eso muero en el destierro”. Germán Iñurrategi seguramente la hizo suya.