Si el 2 de noviembre de
2005, toda la atención estuvo en el Congreso de los Diputados en
la discusión del Estatut Catalán, el jueves 3 había
algo de expectativa en el Senado, pues la primera ley de Defensa de la
actual legislatura, la de la rimbombante Defensa Nacional (por supuesto)
daba inicio a la sesión de ese día con presencia del ministro
Bono, que en principio no estaba por la labor de ni tan siquiera presentarla.
Como nuestro Grupo le dijo que las Cortes Generales eran el Congreso y
el Senado, y no sólo el Congreso, y como, al parecer, no deja la
Constitución ni para ducharse, logramos que madrugara y ahí
estuvo el ministro estrella del gabinete Zapatero, presentándonos
su ley.
Del diálogo mantenido con el ministro entresaco lo que nos dijo
en su primera intervención, nuestra respuesta, la réplica
de Bono y el anuncio de que nos regalaría la Campana de Trafalgar
a la que aludimos en el debate.
Bono, que es un artista de las relaciones públicas, llamó
a su secretario para que le trajera una de estas Campanas y, después
de ser aprobada la ley, Rojo anunciaba que la Campana que le había
dejado el ujier en la mesa era la Campana que le habíamos pedido.
Y ahí estaba, junto a un Bono que había logrado sacar adelante
su ley de defensa frente a un PP que le criticó a modo. Las virtudes
del doble lenguaje.
El debate fue así:
El señor MINISTRO DE DEFENSA (Bono Martínez):
Quiero hacer un reconocimiento especial al senador Anasagasti y a su
Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos. Su grupo mantuvo
en el Congreso de los Diputados una posición de abstención
que, si no aplaudía el texto, desde luego facilitó el camino
de este proyecto de ley. Valoro sus aportaciones en orden a conseguir
un mayor protagonismo del Senado en materia de defensa. El Gobierno, a
través del ministro de Defensa, asume en esta tribuna el compromiso
de que por la vía reglamentaria introducirá dos elementos
en la dirección que su señoría pretende, señor
Anasagasti. Así, y en primer lugar, cada vez que se solicite al
Congreso de los Diputados una comparecencia para recabar autorización
a una misión en el exterior, simultáneamente se comunicará
oficialmente al Senado para que sus señorías puedan ejercer
la labor de control más plenamente y para que puedan tomar las
correspondientes iniciativas —que el Gobierno aceptará de
buen grado— en lo que a la misión de control se refiere.
Y en segundo lugar, y también por la vía del desarrollo
reglamentario, el Gobierno establecerá claramente el compromiso
de exponer anualmente en el Senado y en el ámbito que sus señorías
deseen, lo que se ha efectuado, para que de ese modo se pueda hacer un
seguimiento de las operaciones en el exterior en el mismo sentido en que
se han presentado las enmiendas que su señoría ha propuesto.
El señor ANASAGASTI OLABEAGA:
Muchas gracias, señor presidente.
Sr. Bono, se habrá dado cuenta que estamos en el Senado, una
Cámara de teórica representación territorial, pero
las discusiones sobre las posibles reformas estatutarias empiezan en el
Congreso y cuando hay que realizar alguna consulta, esta Cámara,
que forma parte de las Cortes Generales, es preterida.
De todas maneras no quiero iniciar mi intervención sin dejar
de reconocer la importancia que el ministro de Defensa haya venido hoy
aquí a presentar un proyecto de ley que, seguramente, va a ser
aprobado. A nuestro juicio, esta ley es necesaria, aunque, como bien sabe
el señor ministro, no somos especialmente fanáticos de las
leyes relativas a la Defensa. Sin embargo, consideramos que esta iniciativa
tiene dos virtudes y dos defectos. Las dos mejoras consisten en la derogación
de todas aquellas disposiciones previas a la propia ley, leyes orgánicas
o reales ordenanzas, porque muchas de ellas son preconstitucionales. Con
este proyecto de ley se limpia, se moderniza, se civiliza, se aclaran
las funciones de cada quien y de alguna manera se fija y da esplendor
a la acción del Gobierno en lo civil. Incluso se observa un atisbo
de reconocimiento en relación con las comunidades autónomas,
que en una ley de Defensa no es baladí, aunque sea tan restrictivo
y temeroso como decir que el Consejo de Defensa podrá convocar
a las comunidades autónomas cuando lo estime oportuno.
Señor ministro, confiamos en que las convoque porque creemos
que hay materia suficiente para hacerlo, por ejemplo, cuando se decidan
cuestiones relativas a los polígonos de tiro o el despliegue de
una acción militar de maniobra en un momento determinado. Otra
de las virtudes de este proyecto de ley, como ha dicho el portavoz de
Convergència i Unió, resulta fundamental, y me refiero al
control parlamentario. Si hubiera existido un control parlamentario adecuado
cuando se declaró la guerra de Iraq, y no sólo aquí,
en España, sino también en los Estados Unidos —en
este momento son noticia los debates que mantienen los demócratas
y republicanos en el Senado—, quizá a la sociedad en su conjunto
se le hubiera evitado algún que otro dolor de cabeza.
Por eso, consideramos que el control parlamentario que autoriza con
carácter previo las misiones en el exterior es el nudo gordiano
de este proyecto de ley y lo que nos lleva a mantener una actitud distinta
a la que habitualmente solemos mantener con la defensa española.
Señor ministro, usted conoce bien nuestra estimación y rendida
pleitesía al artículo 8 de la Constitución, que de
vez en cuando saca a pasear cuando nos recuerda que no figura ahí
de adorno. Pero uno de los defectos de este proyecto de ley es que, si
no quieres taza, vas a tener taza y media. Si no quieres artículo
8, metemos un artículo 2 en el que se habla de la finalidad de
la política de defensa y se consagra el pleno ejercicio de los
derechos y libertades, la garantía, independencia e integridad
territorial de España, algo que ya figura en la propia Constitución.
Vemos también que en el capítulo tercero, referido al Centro
Nacional de Inteligencia, artículo 26, se atribuyen a dicho Centro
facultades para la obtención, evaluación e interpretación
de la información necesaria para prevenir y evitar riesgos o amenazas
que afecten a la independencia e integridad de España. Es decir,
si no quieres taza, taza y media.
Señor ministro, usted sabe mejor que nadie, porque es ávido
lector de textos históricos, que Napoleón decía que
con las bayonetas se podía hacer absolutamente todo menos sentarse
sobre ellas. Nosotros creemos más en la persuasión y en
que un Estado compuesto por naciones, una nación de naciones, no
tiene que asentarse sobre las bayonetas, sino en la voluntad popular.
Creemos que en estos artículos subyace una total sospecha y un
intento en ciertos momentos de convertir el ejército en una fuerza
policial, cosa que nos preocupa, señor ministro.
Hace muy poco tiempo, cuando conmemoraba usted una derrota, la batalla
de Trafalgar, hizo un discurso que no dejó de llamarnos la atención:
hablaba de remontarse a la estratosfera para abolir las fronteras nacionales
vistas desde el espacio exterior y recurrió a la ciencia para certificar
que las diferencias del genoma entre un negro y un blanco, o entre una
mujer de derechas y un hombre de izquierdas, es menos del 0,1 por ciento
del ADN. Cada vez se parece usted más al señor Arzalluz,
señor ministro, y usted sabe la que se organizó cuando él
dijo algo parecido.
Sin embargo, estamos totalmente de acuerdo con usted en que cuanto más
se sube, menos fronteras se ven. Nosotros no queremos poner fronteras.
Nosotros queremos quitar fronteras, pero quien quiere poner fronteras
en este proyecto de ley es quien lo ha redactado. Por tanto, nos parece
muy bien que usted haga este tipo de discursos, totalmente efectistas,
que luego no se traducen en un texto articulado. La segunda parte, esbozada
también por el senador Companys, hace referencia al control político.
El preámbulo de este proyecto de ley habla de esto claramente cuando
dice: “en relación con las misiones en el exterior, las Cortes
Generales, que representan la soberanía nacional, deben tener una
mayor participación y protagonismo”. Pues bien, señor
ministro, las Cortes Generales son el Congreso y el Senado. Sabemos que
usted ha sido miembro de la Mesa del Congreso de los Diputados y quizá
se le fue un poco la mano, porque en el artículo 4, que atribuye
a las Cortes Generales sus cometidos, deja usted al Senado no como Cámara
de segunda lectura, sino como Cámara de tercera, cuarta o quinta
consulta, pues dice que “corresponde al Congreso de los Diputados
en particular autorizar con carácter previo la participación
de las Fuerzas Armadas en misiones fuera del territorio nacional, de acuerdo
con lo establecido en esta ley”.
Señor ministro, desde el punto de vista del control político,
el Congreso y el Senado tienen la misma capacidad de control político,
exactamente la misma. Otra cosa es que seamos Cámara de segunda
lectura y que la representación territorial sea tan débil
como para que una discusión de reforma de los estatutos empiece
por el Congreso, pero desde el punto de vista del control político
es exactamente la misma. Por tanto, la redacción de este artículo
nos preocupaba, porque de alguna manera menoscababa la posibilidad de
control parlamentario. Nosotros alabábamos su iniciativa de una
mayor participación de las Cortes Generales, representantes de
la soberanía popular, en lo que respecta a las autorizaciones previas,
pero, posteriormente, esta función solo ha correspondido al Congreso
de los Diputados.
En su primera intervención usted se comprometía a una
presencia anual y a tratar de establecer un tipo de control para el Senado
en el desarrollo reglamentario. Pues bienvenido sea ese compromiso, señor
ministro, porque esta Cámara se ve huérfana de debate político
en una materia tan importante como es la Defensa; y es que debates como
los de Iraq, Afganistán, Pakistán, Haití o el del
Yakolev no se han producido aquí. Y le recuerdo que el mismo control
político puede hacerse en el Congreso que en el Senado.
Tras su intervención, nosotros, que pensábamos mantener
nuestras enmiendas, vamos a retirarlas por considerar que hay que dar
una oportunidad para que se explicite esa buena voluntad día a
día, y sobre todo para que se dicten cuantas disposiciones sean
necesarias para el desarrollo y aplicación de la presente ley orgánica.
Finalizo, señor ministro, volviendo a Trafalgar. Le vi a usted
en la televisión regalando 30 campanas. (El señor ministro
de Defensa, Bono Martínez: Eran tres.) ¿Eran tres? Me he
equivocado. Usted celebraba una derrota convirtiéndola en victoria.
Nosotros también celebramos una derrota: la del Senado; y para
convertirla en victoria no estaría de más que también
le regalara una campana al presidente del Senado. (Risas.)
Muchas gracias, señor presidente.
El señor MINISTRO DE DEFENSA (Bono Martínez):
Quiero agradecer también la disposición del señor
Mendoza y de su grupo, Coalición Canaria, tanto en el Senado como
en el Congreso.
Señor Companys, la respuesta que daba al señor Anasagasti
puede satisfacerle en lo que a la función del Senado se refiere.
No está en el texto literal de la ley. Ya sé que, de alguna
manera, todos somos responsables de la consideración que a veces
se tiene de esta Cámara. Permítame que le diga que aquello
de: aquí vendrán, se diga o no se diga en una ley, es una
buena intención que yo apoyo. Pero no siempre ocurre así,
porque hay una norma según la cual se ha de producir el debate
sobre el estado de las comunidades autónomas una vez al año,
pero éste no ha tenido lugar desde el año 1997 en esta Cámara.
Por tanto, hay aspectos que, incluso reglados en el ordenamiento jurídico,
los gobiernos incumplen. Y es compromiso del Gobierno, que asume el ministro,
que lo dicho para el señor Anasagasti vale y se cumplirá,
aunque no estuviera incluido en ninguna norma —yo deseo que figure
en el desarrollo reglamentario—, para poder acudir al Senado, informar
de las misiones en el exterior una vez al año, y cada vez que haya
que pedir autorización comunicarlo a la Cámara, por si ésta
considerase oportuna y conveniente la comparecencia.
Señorías, fíjense que hasta en este momento estoy
en disposición —el señor Anasagasti me ha dado su
conformidad— de cambiar el acuerdo inicial a fin de que el Grupo
Popular se una para aprobar el texto , siempre y cuando —afirmé
yo— la aprobación no quede únicamente en el Senado,
sino que, de alcanzar un acuerdo en esta Cámara, sea válido
también en el Congreso de los Diputados; no vaya a ser que alcancemos
acuerdos que valen por la noche y no valen por la mañana, como
sucedió con esta ley en un momento procesal distinto.
Pero la tramitación está aún abierta, y mientras
que el Pleno trate esta ley, el Gobierno asume lo que dijo. Si el Partido
Popular acepta lo que el señor Anasagasti me ha trasladado y aquí
he resumido, es decir, el hecho de votar sus enmiendas para que el Senado
sea tan protagonista como el Congreso, el Gobierno acepta la modificación
inmediata como procedimentalmente sea oportuno; no tengo la más
mínima dificultad, pues me agradaría mucho que esta cuestión,
deseada por los ejércitos, se tramitara en el Congreso y el Senado
con el máximo nivel de acuerdo.
Quiero manifestar mi gratitud hacia el señor Anasagasti, como
he dicho al principio de mi intervención y ahora reitero; también
por sus buenos oficios en la mañana de hoy para incrementar la
mayoría que pudiese aprobar esta ley. Pero ya sabe su señoría
que, aunque coincidamos en este aspecto y en tantas otras cosas —hay
sindicatos a los que pertenecemos, no a los famosos y nominados, sino
de otra naturaleza— en las que nos satisface estar juntos y pensar
lo mismo, hay otras cuestiones en las que más fácil será
hacer de un hombre una mujer y de una mujer un hombre que usted y yo coincidamos
en algunos aspectos a los que su señoría ha hecho mención.
Pero esto es algo que está en la esencia de las cosas. Si yo fuese
nacionalista no sería socialista, y si usted fuese socialista no
sería nacionalista, porque la mezcla es mala, e históricamente
fue muy complicada. (Rumores.)
Su señoría se ha referido a una campana, y por el son
de la campana ha traído a colación lo que Pedro Duque, cuando
estaba en el espacio, contestó a unos niños que le preguntaron
desde Castilla-La Mancha qué se veía desde el espacio. Dijo
que no se veían fronteras. Y me agradó esa expresión,
que después repetí en Trafalgar. Claro que hay fronteras,
aunque dicho astronauta no las viera desde allí.
Lo que quiero es que no haya más, con las que hay ya tenemos
bastante. Pero me gustó más esta expresión —y
creo que también a su señoría— que aquella
otra de Gagarin, quien a la pregunta del camarada Bresnev sobre qué
se veía en el espacio respondió que no veía a Dios.
Más hermosa era la respuesta de Duque que la de Gagarin. En cualquier
caso, lo he traído a colación a fin de mostrar alguna coincidencia
más entre nosotros.”
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