Excmo. Sr. D. Felipe de Borbón
Palacio de La Zarzuela
MADRID
Madrid, 27 de septiembre de 2004
Estimado D. Felipe:
El pasado mes de mayo usted me comentó que ya no recibía
mis cartas mientras me decía que siguiera comentándole
aquello que no me gustaba. Lo hizo en el corrillo previo al almuerzo
oficial que le ofrecieron las Cortes Generales dos semanas antes de
su boda. Por cierto, la presencia allí del todo el arco parlamentario
se logró gracias a gestiones del Presidente del Senado, ya que
la Casa Real deseaba hacer algo más restringido.
La presente viene al caso ya que en la reunión de la Mesa del
Senado del pasado martes 7 de septiembre se leyó una carta de
agradecimiento de la Casa Real por el regalo que la Mesa del Senado
les había hecho con motivo de su boda. La carta venía
firmada por D. Alberto Aza.
Ante el hecho les comenté a mis compañeros del PP, PSOE
y CiU: “No os invitan a la boda, se aprueba el regalo de un cuadro
y os lo agradece un alto funcionario”.
¿Cuál es la razón por la que no podían
firmar una carta en relación a un regalo que se les hizo a ustedes
y no al jefe de la Casa Real?. ¿Hemos vuelto al concepto de monarquía
decimonónica o de inspiración divina según la cual
el príncipe heredero no puede firmar una simple carta?.
Esta es mi primera observación.
La segunda viene al caso de su viaje a República Dominicana
con motivo de la toma de posesión del presidente Leonel Fernández.
Me encontraba en Punta Cana. Pude seguir el acontecimiento y el caluroso
trato que les dispensaron. Me llamó la atención la colección
de lugares comunes que usted expuso. Me atrevo a sugerirle a su secretario
que renueve algo su repertorio. Por ejemplo. En el caso de República
Dominicana una mención a Jesús Galíndez no hubiera
estado nada mal.
Como sabe, Jesús Galíndez fue ayudante del ministro de
la República por el PNV, Manuel Irujo. Obligado a exiliarse,
recaló en República Dominicana en tiempos del dictador
Rafael Leónidas Trujillo. De allí tuvo que salir hacia
Nueva York porque al escribir su tesis de grado sobre “La Era
de Trujillo”, aquel dictador tropical le persiguió y secuestró
en el metro de Nueva York tras salir de la Universidad de Columbia.
Como consecuencia del secuestro lo llevó a Santo Domingo, lo
torturó y lo mató. Aquel crimen tuvo tal repercusión
que Galíndez en toda América es un símbolo de libertad.
Aquí, Vázquez Montalbán le dedicó una novela.
No entiendo cómo mientras se nombra a todas horas a Isabel la
Católica, Felipe II y toda esa corte celestial de hace quinientos
años, hay un temor reverencial a incursionar por el mundo contemporáneo
del exilio republicano y nacionalista, mientras se habla de monarquía
integradora y otros conceptos que no se constatan por ninguna parte.
Otro asunto. Usted acaba de estar en Hungría con su esposa.
Ha inaugurado el Instituto Cervantes de Budapest y ha dicho que “la
cultura es el mejor instrumento para acercar a los pueblos”. Sin
embargo, cuando usted dice esto sólo habla de la cultura en castellano.
¿Acaso el euskera, el gallego y el catalán no son idiomas
cooficiales y no es parte de la cultura que usted representa?. ¿Qué
hace la Institución de la que es usted Príncipe de Asturias
para dar a conocer que en el estado español hay una riqueza lingüística
que no se agota en un poderoso castellano en expansión por todo
el mundo?. ¿Sabe usted que la sede el Instituto Cervantes de
París es la sede que compró el PNV en agosto de 1936,
incautada por la GESTAPO en 1940, recuperada en 1944 y requisada por
el gobierno franquista en 1951 como consecuencia de una sentencia del
Tribunal del Sena en plena ocupación alemana?. Hoy es el día
en que ese patrimonio no se nos ha devuelto mientras se siguen abriendo
Institutos Cervantes por el mundo con el discurso monocolor de una sola
lengua. ¿Para qué nos sirve a nosotros el estado español?
Finalmente. Le adjunto la pregunta que he formulado al gobierno sobre
el accidente del Yakolev. Usted estuvo en Torrejón en aquel funeral,
lo mismo que sus padres. Usted recordará cómo el Rey,
uno a uno, condecoró aquellos ataúdes que unos militares
desaprensivos habían preparado, porque lo importante era la ceremonia
y que no se hablara del accidente. Si está usted con los familiares
se enterará de lo que dicen de ustedes.
Mi pregunta es. ¿Un jefe del estado sólo puede estar
a las maduras y no a las duras?. ¿Qué autoridad moral
puede tener un Rey al que le engañan de semejante manera y él
no diga absolutamente nada, no haga el menor gesto y se refugie cómodamente
en el papel institucional de Pascuas Militares, desfiles, taconazos
y demás parafernalia vacía de contenido, argumentado que
no es su papel intervenir en nada?.
Se que estas letras le extrañarán pues usted está
rodeado de cien capas de corcho, pero mi creciente estado crítico
contra una institución a la que cada vez la veo más lejana,
más centrada en lo ceremonial, y cada vez más sostenida
por un pacto de silencio, me hace escribirle desde mi estilo directo.
Atentamente,
Iñaki Anasagasti Olabeaga